“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;”
1 Tesalonicenses 4:3-5
La lujuria en la Biblia, habla de las relaciones sexuales ilícitas. La idea, es que una vida centrada en la sexualidad, es, no sólo un pecado, sino además, una esclavitud. Esta crea un fracaso personal y destruye una relación estable de pareja. Coloca la genitalidad, por encima de las relaciones humanas: la entrega y la comunicación. Actualmente se considera un problema social, donde miles de hombres están dominados por la pornografía y la prostitución. Negocios, que influyen, incluso en el producto interior bruto de los países: ¡tanto producen sus beneficios! A la vez someten a mujeres, hombres y niños, a la más terrible de las experiencias, donde son trasformados en objetos de uso, disfrute y desecho, por encima de sus sentimientos.
Ante esto, los cristianos deben defender la libertad y denunciar la explotación. Muchos cristianos son víctimas de una sexualidad exacerbada y egoísta. Viéndose incapaces de vencer esta difícil coyuntura. Para ello, es necesaria un gran comprensión de esa situación, y apoyar en lo posible a los hermanos que pasan por esta situación. No es suficiente con decirles que están en pecado, hay que ofrecer alguna solución. Naturalmente, enseñarles a llevar una vida disciplinada y controlada. Mostrarles los recursos dados en la Biblia, con la oración y la meditación es sus textos. Incluso crear grupos de autoayuda, para apoyarse unos a otros, siendo guiados por un líder maduro. Unido a esto, debemos unir nuestras voces, a las denuncias sociales sobre el exceso de este “deleznable” consumo. Usar de las herramientas que la misma sociedad propone para evitar el temprano consumo, por parte de nuestros niños y jóvenes, de pornografía por el móvil o el ordenador (claves de bloqueo, instalar el ordenador en sitios comunes de la casa, etc.). No es un mal menor. El individuo acaba hundido, desesperanzado y solo; el niño y el joven, se educan en una sexualidad equivocada, produciendo un fracaso en sus relaciones con el sexo opuesto y el futuro, en su matrimonio. Debemos plantarle cara a este problema, y echar una mano a nuestros hermanos y a aquellos necesiten dirección, para que acercándose al Señor, consiga la victoria sobre esta lacra social y espiritual.
Pr. Luis Antonio de la Peña